martes, 20 de octubre de 2009




PAUL ROBERSON




Robeson, sí. Paul Robeson." La empleada de Musimundo miró con sorpresa. "¿No es Robinson?" "No, Robeson", insistí. La computadora no registró ese nombre. "No está, no sé si lo van a traer..."

No es culpa de la vendedora ni de la compañía. Ningún medio, excepto el canal Film & Arts, recordó que este año, en febrero, se cumplieron cien del nacimiento del que fue considerado el más grande afroamericano en la historia de los Estados Unidos.

Talentoso actor, bajo barítono que elevó al éxtasis los spirituals, Robeson fue estrella de 13 películas en las que el negro recupera la dignidad dentro de una cinematografía donde los de su raza eran monigotes. Un antirracista que abrazó el camino de los grandes movimientos por los derechos civiles que desde fines de los años 50 dirigió hacia el triunfo Martín Luther King.

La vida no cruzó a estos titanes en el mismo objetivo. En el apogeo de Luther King, el cantor que sembró el camino vivió postrado por una grave dolencia y dependiente de drogas psicotrópicas. El hijo de Robeson cree que su padre y Luther King fueron los de mayor influjo sobre las masas negras y que unidos hubieran quebrado grandes intereses.

Robeson -murió en 1976- fue un artista que no eludió el compromiso político. Cantó en las trincheras del Ejército Republicano Español alentando a sus compatriotas de la Brigada Abraham Lincoln, y desafió en los años 50 al macartismo con conciertos al aire libre en las cercanías de Nueva York, que reunieron a más de 50.000 personas y terminaron con graves disturbios.

Además fue un descollante deportista en la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey. Cosas de la vida: allí enseña literatura latinoamericana el argentino Tomas Eloy Martínez. La Universidad ya hace uno años instituyó el Premio Robeson al mejor deportista. Fue un modo de reivindicarlo: en su hora, las autoridades académicas habían retirado de la galería de sus grandes atletas la foto del cantante. Paul Robeson nació el 9 de abril de 1898, en Princeton, Nueva Jersey. Su padre, William Drew Robeson, fue un esclavo y huyó de Carolina del Norte a los 15 años. Pero así es de dinámica la sociedad norteamericana: Robeson padre pudo estudiar en la Universidad Lincoln de Filadelfia y se convirtió en pastor metodista de una pequeña congregación. Su esposa, María Loisa Bostill, era maestra, y lo dejó viudo con cuatro hijos, de los cuales Paul era el más pequeño.

El pastor pudo darle al hijo una sólida formación. Después de Rutgers, Robeson se alojó en Harlem, para estar cerca de la Universidad de Columbia, donde se recibió de abogado. En sus años de estudiante conoció a su futura esposa, Eslanda Cardozo Goode, más tarde una antropóloga. Los amigos del matrimonio alentaron al joven abogado a que cumpliera con su pasión de actor, revelada en los conjuntos universitarios. Así lo hizo, y fue una determinación exitosa, clamorosamente recibida por sus contemporáneos. Con esa misma euforia reaccionaron ante sus primeros recitales de canto.

Del proscenio al cine hubo sólo un paso y en 1924, dentro de la cinematografía realizada por negros sólo para ser exhibida en cines para negros, filmó Cuerpo y alma , un clásico. Entonces firmó un contrato excepcional para la época: mil dólares semanales y el 3% de los beneficios de la película.

Si con ese film su figura se hizo popular entre los hombres de su raza, con Old Man River, el tema de Jerome Kern, desliza su fama al mundo de los blancos. Conmueve primero a Broadway y luego, con sus discos, a millones. Su voz de bajo-barítono comenzó a hacerse familiar en todo su país y en Europa, convirtiéndolo en la gran personalidad negra de los años 20. Solamente la contralto negra Marian Anderson disfrutó de semejante prestigio en esos días.

Después de una pequeña incursión teatral, en 1924, Eugene O´Neill le propone el papel estelar de Todos los hijos de Dios tienen alas y, desde entonces, el triunfo es su amigo. Brilla con The Emperor Jones (1925), Black Boy (1926), Porgy and Bess (1928, de George Gershwin) y su famoso Show Boat, 1928, donde canta su insuperable Old Man River. Es la estrella de color de Broadway que lleva a un nivel desconocido Otelo , de Shakespeare, en el Shubert Theater de Nueva York. Aún hoy los eruditos discuten familiaridades, diferencias y calidades entre el Moro de Robeson y el de sir Lawrence Olivier. Pero el inglés jamás tuvo que sufrir lo que Paul: durante los 13 años de puesta del clásico del amor y los celos, jamás pudo besar en escena a Desdémona (Uta Hagen), porque un negro no podía tocar a una mujer blanca. Ni en el teatro.

Los viajes por gran parte del territorio norteamericano le exhibieron crudamente la segregación racial. Los años 20 y los 30 fueron de aplicación de la ley Lynch, que permitía ahorcar a cualquier negro que hubiera tenido relaciones sentimentales con una mujer blanca. Comenzó entonces su transformación. Paul participaba de mítines y manifestaciones callejeras por los derechos civiles de los de su raza o en los mítines de solidaridad con el antifascismo español. Por eso marchó a España a unirse a la brigada de antifranquistas norteamericanos. Debe haber sido fascinante escucharlo cantar a los soldados Old Man River . Dado el clima de fervor y arengas, Robeson transformó la letra. En lugar de: Estoy cansado de vivir pero temo morir , decía: Debemos mantener la lucha hasta la muerte. Como gran parte de la intelectualidad norteamericana, Robeson respaldó a Franklin Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. Más tarde, con uno de los vicepresidentes del impulsor del New Deal, Henry Wallace, fundó, en 1948, el Partido Progresista, el más importante intento de quebrar el bipartidismo.




Desde que inició su carrera como cantante de negro spirituals, Europa lo recibió como una celebridad. Sus giras y contactos ampliaron sus horizontes y profundizaron, especialmente en Londres, sus inclinaciones políticas. Así se familiarizó y luego mantuvo correspondencia con dirigentes políticos como Kwane N´Krumah, líder de Ghana, y con Jomo Kenyatta, de Kenya, los dos forjadores de la independencia que irrumpió en los años 60. Pero también con el chileno Pablo Neruda, el alemán Bertolt Brecht y el compositor soviético Dmitri Shostakovich, al que conoció en su primer viaje a la URSS, en 1934, invitado por el director de El Acorazado Potemkin, Serguei Eisenstein.




Para poder dirigirse a sus vastos auditorios de América, Europa, Asia y Africa, aprendió a hablar y escribir en más de 20 lenguas, inclusó el chino, ruso e idisch. "Quería que el público lo entendiera", afirman sus biógrafos. Paul nunca aceptó componer personajes de negros estereotipados, tan frecuentes en las películas como Lo que el viento se llevó. Fue el medio intelectual londinense el que lo acercó al socialismo. Robeson no era la única persona de los medios académicos y cultos de Londres que en esos tiempos buscaba en la Rusia soviética una alternativa a las amenazas del fascismo. Ilusionados por la idea del nuevo mundo , jóvenes provenientes de la aristocracia inglesa de Cambridge no dudaron en convertirse en topos de los servicios secretos soviéticos en zonas clave del Reino Unido.




Robeson escribió en su autobiografía: "En Inglaterra aprendí que lo esencial del carácter de una nación no está determinado por su clase propietaria, sino por la gente sencilla, y la gente común de todas las naciones es hermana en la gran familia humana". Y aunque por esos días intelectuales del fuste de Andre Gide o de Arthur Koestler se atrevieron a escaparse de la iglesia del estalinismo, sus feligreses de entonces no querían ver ni oír.




Los biógrafos coinciden en que así como Londres vinculó a Robeson con la política, el viaje a Moscú le cambió la vida. Eran los años 30. Sus enemigos jamás le perdonaron la defensa activa que hizo de la Unión Soviética, y aún hoy quienes lo homenajearon en su centenario en círculos intelectuales y sociales de los Estados Unidos le reprocharon no haberse alzado contra los crímenes del estalinismo.




Aun cuando, a fines de los años 50, Robeson comenzó a ver con más claridad al respecto, siempre insistió en que la causa era mucho más importante que lo que había ocurrido en la URSS. "No haría nada -escribió en el semanario Nation- para sostener el frenesí antisoviético alimentado por la derecha." Su popularidad se desplomaba en la misma medida en que se calentaba su retórica.




Cuando defendió sus ideas en su autobiografía, Acá estoy , The New York Times y otras publicaciones se negaron incluso a dar cuenta de la novedad editorial. El FBI puso tempranamente a sus sabuesos a husmearlo, y el Ku Klux Klan agregó atentados contra salas donde realizaba sus conciertos.




Robeson fue la voz de los perseguidos por el macartismo. Convocado por el comité inquisidor, un senador republicano creyó enredarlo diciéndole que ya que tanto gustaba del socialismo soviético por qué no se había quedado a vivir en Moscú. El replicó: "Porque mi padre fue esclavo y mi pueblo murió construyendo este país. Yo me quedaré aquí y seré parte de él, y ni usted y ninguna gente de mentalidad fascista me sacará de mi país. ¿Está claro?"




Pero Robeson no fue afiliado del PC. Así lo reconoció el FBI, que lo persiguió por más de 30 años. Lo cierto es que el artista tuvo un estrecho contacto con miembros y líderes del PC norteamericano, a quienes admiraba, pero nunca completó ninguna ficha partidaria.




Esto no era suficiente para absolverlo. Las autoridades le retiraron el pasaporte y su carnet profesional y nunca más volvió a un escenario. Ganaba entonces 100.000 dólares anuales, una fortuna. Después sobrevivió con 5000 dólares por año en Harlem, con su esposa, dinero que obtenía cantando en pequeñas iglesias y, en hebreo, en sinagogas.




Esta situacion de paria resultó intolerable para el gregario Robeson. La pérdida de contactos con las grandes audiencias y con sus amigos descalabró su salud.




A principios de 1998, centenares de personalidades y comités de los Estados Unidos se dirigieron al Correo norteamericano para que se emita una estampilla en homenaje al centenario de Robeson. Se negó la petición. Aún su nombre perturba. A pesar de que The New York Times Book Review haya escrito que la vida de Robeson "fue el gran murmullo y el gran silencio de la América negra".




Texto: Isidoro Gilbert

Fotos: AP






Robeson para escuchar

En los catálogos de disquerías de los Estados Unidos figuran los siguientes CD de Paul Robeson:




Songs and Spirituals, Ballad for Americans, Big Fella, Collection Paul Robeson I y II, The essential Paul Robeson, Freedom train and the Welsh (1998), Great, legendary Moscow Recital, Live at Carnegie Hall - May 9, 1958 (1958), A lonesome road (1998. Está en Buenos Aires); Man & his Beliefs, The Odyssey of Paul Robeson (1992); Old Man River (1998), Paul Robeson, The Peace Arch Concertes (1998), Political Years, The Power & The Glory (1991), Sings Old Man Rivers & Others Favorities; Songs for Free Men I y II, Spirituals/Folksongs/Himns; Voice of The Mississipi, Vol 1 y 2.