domingo, 11 de octubre de 2009

BATALLON BRITANICO



El Batallón Británico tiene su origen en un grupo reducido de voluntarios que inicia su andadura allá por agosto de 1936 en el frente de Aragón. Más tarde, en noviembre, otro grupo que no llega a la veintena (18) y dentro del batallón Thaelmann combate en los frentes de Madrid.
 Será en Diciembre del mismo año cuando algunos se convierten en personajes muy conocidos en el frente de Lopera y los periódicos ingleses, tras las pérdidas de John Cornford y Ralp Fox, comienzan a hacerse eco de sus voluntarios en España, incluso a pesar de la insistencia del gobierno en una postura neutral. El gobierno británico presionaría al de  Léon Blum en Francia para que el 9 de septiembre se creara un "Non-Intervention Commitee", conocido como Comité de Londres, que asegurara la aplicación de la política de neutralidad propuesta el 4 de agosto. Tras los primeros 6 meses de conflicto, el gobierno de Londres, invocando al Decreto de Reclutamiento ("Foreign Enlistment Act") de 1870, oficializó la prohibición expresa del voluntariado, a través de una nota de prensa del día 17 de enero de 1937, pero la opinión pública de orientación izquierdista y los comités de ayuda siguieron presionando de forma muy eficaz facilitando tanto la llegada de ayuda médica como de voluntarios, hasta el punto que muchos de los que recogían comida y medicinas y organizaban los convoyes hacia España terminarían por alistarse ellos mismos.



La política de falsa neutralidad fue denunciada en varias ocasiones y por distintos métodos como lo demuestr el tono recriminatorio de V. Barlett en I accuse.... Ralph Fox ya antes de venir a España dejó claramente expuesto en el capítulo XII de su The Novel and The People que, en su opinión, el gobierno inglés se había equivocado, había abandonado al pueblo y se había alineado con el tirano "our Government again, hesitantingly and undecidedly, threw is weight rather on the side of reaction than of liberty".


Asimismo, en el número 33 de Our Fight (sep., 1937), bajo el título de "Rather Familiar" se reproduce una anécdota que ilustra muy bien la imposibilidad de los brigadistas británicos de olvidar la falta de apoyo de su país. Cuando, según un relato, el batallón británico está siendo bombardeado en su avance sobre Quinto las dieciocho bombas lanzadas se comportaron de forma muy extraña. Cayeron tan despacio que algunos de los voluntarios ingleses afirmaron poder distinguir la marca "Krup" en ellas. Cuando alcanzaron tierra, lo hicieron con un golpe sordo, levantaron pequeños chorros de barro y se quedaron clavadas con la parte trasera sobresaliendo del suelo. Uno de los voluntarios, originario de Manchester, después de observar el extraño y absurdo baile llevado a cabo por las bombas, chasqyeó sus dedos y gritó;  "Actuan exactamente igual que el Ministerio de Asuntos Exteriores Inglés", es decir, de forma totalmente errática e ineficaz. Incluso algún brigadista norteamericano como Gerald Quiggle se permite opinar al respecto recriminando, en tono muy agresivo y de forma airada, la actitud del gobierno británico:


"Los británicos niegan la presencia italiana en España pero todos los demás la admiten. Los británicos mienten y lo hacen porque tienen miedo. Nos temen a nosotros, a los 16 millones de gente desarrapada y hambrienta que está combatiendo en su lugar mientras ellos pasan plácidamente sus fines de semana en el campo. No culpo al pueblo inglés porque ésten dormidos en momentos de peligro. Culpo a su gobierno. Inglaterra tiene un gobierno de hipócritas y traidores (manuscrito en Bancroft, caja 6, p. 11)".

Se escribieron además reflexiones y poemas para justificar la intervención y criticar con vehemencia la postura del gobierno. Véase a modo de ejemplo la dureza de la denuncia de "Instrucciones desde Inglaterra (1936) de Valentine Ackland, o "España Diciembre 1936) de Clive Branson, y la poderosa ironía de "A la esposa de cualquier político no intervencionista " de E. Rickword. Como también apunta Hopkins, la publicación de orientación comunista Spanish News se apuntó asimismo a las críticas y presentó de manera muy atractiva ante los ojos de los británicos la petición de ayuda subrayando la propia tradición liberal y demócrata del país. Así la idea que se desprende de "Message to England" (Spanish News 12, April 5, 1938) resulta paradigmática al mostrar la lucha en España como algo similar a la revolución gloriosa de 1688 o la revolución francesa.


Aunque los voluntarios siguieron llegando durante los últimos meses de 1936, el batallón como tal tardaría en consolidarse. El núcleo inicial se fue gestando a partir de un grupo reducido de hombres que habían sido sometidos a un entrenamiento rápido pero de cierta dureza en Madrigueras (Albacete). Formarían la 1ª Compañía con 145 soldados ingleses, irlandeses y holandeses dentro del XII Batallón, conocidos como "La Marseillaise" que terminaría integrandose en la XIV Brigada. En esta compañía encontramos a los poetas Ralp Fox y John Conford. El primero era el comisario político en aquel momento y, tras varios intentos por bautizar el grupo con un nombre apropiado ("Saklatvala" y "Chartrist" se manejaron pero no prosperaron), al final decidieron denominarlo simplemente como el "Batallón Británico". El nombre, no obstante, no resultaba muy preciso ya que dentro del batallón había irlandeses, chipriotas, canadienses, e incluso algún holandés, además de británicos (ingleses, escoceses y galeses). Algunas fuentes manejan también el nombre de "Major Attlee", aunque éste se refiere únicamente a una de las compañías que tomó su nombre de Clament Attlee, líder del partido laborista. En febrero de 1937, con los refuerzos de recién llegados irlandeses, se acercaban ya a los 400 según Hyndman , aunque en The Book of the XV Brigade, la cifra la elevan a 600. Un porcentaje importante en éstos, eran miembros o simpatizantes del partido comunista, otros anarquistas, desempleados o sindicalistas y la gran mayoría simples trabajadores. No podemos olvidar que la mayor parte de los británicos llegaban reclutados por el partido comunista británico y eran dirigidos a España a través de las oficinas de su homólogo en París. Habían comprado en Inglaterra un billete de ida y vuelta con una validez de 48 horas para viajar a Francia pero luego se quedaban; se acercaban a las oficinas del partido en  París y allí formalizaban sus pasaportes y recibían instrucciones y ayuda para su viaje a España.


El Batallón Británico, que constaba de tres compañías de fusileros y una de ametralladoras, comenzó a funcionar como una unidad separada en febrero de 1937 para sufrir su baustismo de fuego el 12 de febrero del mismo año en el valle del Jarama. Allí junto al batallón americano, que se incorporaría unos días más tarde. ayudaron a mantener el control sobre la carretera de Valencia, sufrieron pérdidas considerables y aprendieron a convivir con la violencia y la muerte. Maurice Levine, uno de los testigos supervivientes, afirma que más de 200 hombres del batallón británico perdieron la vida en los tres primeros días de lucha en Jarama. El dolor de aquellas experiencias les inspiró maravillosos parajes y poemas. Algunos periódicos ingleses enviaron crónicas épicas sobre sus voluntarios y los comités de ayuda, sobre todo en Londres, se encargaron de sensibilizar a la población con gran eficacia. Las muertes de John Cornford, Fox y Donnelly habían convertido la guerra en España en un escenario épico: allá cudían los jóvenes entregados, los héroes románticos, incluso los poetas. Desgraciadamente a los muertos en Jarama, Casa de Campo, Aragón y Lopera habría que añadir todavía una lista muy nutrida de pérdidas del batallón británico en frentes como Brunete, Quinto, Belchite y Fuentes de Ebro.
Bernard Knox en "John Cornford in Spain" nos ofrece todo lujo de detalles sobre el desplazamiento desde Inglaterra, la travesía por Francía, las primeras vivencias de este batallón y su estreno en los frentes de Madrid, un infierno similar al del Jarama. Muchos viajaron por tren hasta los Pirineos y después a pie hasta España. Su último destino, los campamentos de Albacete. Su fe en la causa y su idealismo militante sufrirían un gran golpe al llegar allí, y constatar la realidad: el entrenamiento era precario, la intendencia muy probre, y parte del armamento era obsoleto. Knox, en su conferencia "Premature Anti-Fascist", se refiere a las armas que recibieron para la defensa de Madrid como piezas de museo.


 A pesar de las duras condiciones con las que se encontraban, las deserciones no fueron frecuentes aunque sí hubo problemas de disciplina por falta de concienciación política. Los voluntarios pensaban que si estaban luchando por un ideal no había por que forzar la disciplina encorsetándola en normas estrictas. De ahí que, por ejemplo, no entendieran la necesidad de acatar órdenes sin rechistar o de saludar a sus superiores. En su opinión, si la moral estaba alta, el valor surgiría espontáneamente y la disciplina no será tan necesaría. La lealtad a la causa era, para ellos, más importante que la disciplina a pesar de que sus mandos les insistían que sin disciplina no podía haber victoria. Según Bill Alexander,  se crearon grupos de voluntarios que adoptaron el eslogan "cada soldado un activista y cada activista un héroe" pretendiendo con ello levantar la moral al tiempo que intruían a los nuevos soldados.
Su filiación política o su ideología no deferían mucho de las del resto de otros batallones. Aunque el grupo que viene a España es numeroso y en consecuencia hetereogéneo parece que subyace un cierto patrón común entre ellos. Un porcentaje considerable era miembro del partido comunista pero no todos confesaban sus simpatías políticas cuando rellenaban sus fichas. Baxell afirma que de los 1.500 voluntarios británicos que registraron su filiación política 1.105 eran comunistas o de la "Young Communist League". Bill Alexander sitúa la cifra en el 60% mientras que Hopkins, la rebaja hasta el 50%. Otro contingente importante fue el formado por militantes del "Independent Labour Party" que fueron a luchar al frente de Aragón con el POUM en calidad de milicianos.
Una radiografia rápida sobre los once "commanders" que mandaron el batallón en el frente nos da una idea del origen, la actividad y la filiación política de sus cabezas visibles: Wilfred Macartney (originario de Galsgow, y autor dl celebre libro , The Walls Have Mouths, 1935), así como Tom Wintringham eran periodistas, Jock Cunningham, Paddy O´Daire, Peter Daly, y Sam Wild, simples trabajadores, Fred coperman, ex marinero, Joe Hinks, soldado en la reserva, Harold Fry, zapatero, Bill Alexander, químico y George Fletcher, rpresentante electoral. No pertenecían ni a la clase dirigente ni al "establishment" británico, al que por cierto desdeñaban. Sólo tres de ellos llegaron a tener estudios universitarios, la mayoría eran obreros, y habían experimentado la angustia y la insguridad ante la falta de empleo. Todos, xcepto Wintringham, se ganaron el puesto en el campo de batalla pero además todos estaban ligados a los movimientos sindicales y de clase obrera, habian sido agentes muy activos entre los grupos antifascistas y estaban fuertemente influenciados por las ideas marxistas. Todos, excepto Macartney, pertenecían al partido comunísta que, con Harry Pollitt como secretario general, tuvo una influencia enorme en el reclutamiento, la formación y el desarrollo del batallón Británico. La dura experiencia que vivieron en España, el drama de asistir continuamente a la pérdida de algún amigo o compañero, incluso la aceptación final de la derrota no hizo sino confirmar sus expectativas de que pertenecían a una clase, la trabajadora, y que esa clase también podía cambiar el mundo.

El hecho de que grandes nombres de las letras británicas como Orwell, Caudwell, fox o Cornford tuvieran un protagonismo especial no quiere decir que la mayor parte de los voluntarios de aquel país fueran escritores o intelectuales; más bien todo lo contrario, en realidad alrededor del 80% pertenecía a la clase trabajadora. Predominaban las edades entre los 25 y los 35 años y sólo sobrepasaban los 35 los que habían luchado en la primera guerra mundial.  Según Baxell, la edad media dominante era de más de 29 años, aunque había muchos entre los 21 y 25 años (un total del 32,2%). La mayor parte estaban soltros pero también había voluntarios casados, incluso alguno con hijos, lo que prueba su gran implicación emocional e ideológica con el conflicto. El caso de Sydney Booth de Manchester que se alistó con 26 años resulta llamativo. Estaba casado y tenía un hijo. El responsable del reclutamiento del partido comunista, Mike Jenkins, le puso como condición para alistarse que obtuviera el consentimiento verbal o escrito de su esposa. Lo consiguió. Ello demuestra que la implicación no era sólo prsonal. Amigos y familiares, con gran dolor siempre, entendían aquella determinación. Hoy, en un tiempo en que la comodidad y  el dinero, marcan muchas de las resoluciones de nuestras vidas, resulta difícil entender aquellas decisiones. El momento histórico era diferente. el internacionallismo obrero se vivía como una realidad aunque no fuera más que una utopía. Casi todos mostraban una elevada sensibilizacion hacia los problemas sociales y habían tenido algún tipo de implicación en las asambleas y manifestaciones que se habían celebrado en varias ciudades británicas en los primeros años treinta.

Pero fue la irrupción  del fascismo en algunos países europeos lo que les unió a todos: todos sin excepción se declaraban antifascistas. Esta era la palabra que muchos elegían para que figuraran en su carné de voluntario o en su ficha cuando le preguntaban por la filiación política. Eran tiempos en los que ser joven implicaba ser generoso y entregado luchando por la causa en la que se creía, incluso si ello implicaba un serio riesgo para la vida. Esas sólidas creencias éticas y esos planteamientos donde la política y la moral iban profundamente ligadas se mantendrían incólumes después incluso entre los supervivientes. Cuando uno repasa sus vidas o lee sus cartas y sus autobiografías, hay que reconocer que alquel espiritú de lucha y de fe en la causa que defendía al débil siguió presente hasta su muerte. Tras su regreso a España la mayor parte de los brigadistas británicos siguieron firmando sus cartas con un significativo "You fraternally".
Con respecto a las cifras manejadas por los distintos autores, tampoco hay coincidencia aunque sí cierta proximidad. Suelen coincidir en que se superó ligeramente la cifra de 2.000. Baxell, habla de 2.300 y desglosa el número en 549 de Escocía (20 y 159) y 150 de Gales (el 70% provinientes de las zonas mineras de Rhondda, Merthyr y Abrdare). Buchanan nos habla de poco más de 2.00 y desglosa la cifra en 437 escoceses, 122 galeses y el resto ingleses. El total de 2.762 que ofrece V. Cunningham, se nos antoja como excesivo. En el monumento en "Custom House Quay" de Glasgow, figuran 2.100. Nuestros calculos se quedan algo por debajo debido al trasvase que hemos hecho de irlandeses nacidos en el norte y otros que, aunque residian en Gran Bretaña, eran oriundos de Irlanda.
Las esperiencias más dramáticas del batallón británico, tuvieron lugar en Jarama y en Brunete, en menor medida en los frentes del Ebro: Quinto, Belchite, Fuentes, etc.... el número de muertos que manejan las distintas fuentes es muy similar pero no coincidentel. Como ya hemos apuntado, murieron poco más de 500 (nosotros hemos contabilizado 525) y el resto (unos 1300) o bien fueron repratiados con anterioridad o pasaron la frontera por Francia a finales de 1938. Trás la disolución regresaron a su país fundando inmediatamente la IBA "International Brigade Association", una verdadera institución que significó un punto de referencia muy importante para ellos.






Fuente:    Los Brigadista y la guerra civil española. (Editorial Ambos Mundos).