martes, 27 de octubre de 2009



BATALLON “ABRAHAM LINCOLN”



El batallón Lincold fue el más numeroso de cuantos conformaron la Brigada XV y en general de todo el grupo de voluntarios de habla inglesa. También fue uno de los más activos. Como ya apuntamos, las cifras varían según las fuentes, y puede haber variaciones significativas.


El primer contingente de 96 voluntarios norteamericanos salió de Nueva York el día 26 de diciembre de 1936, en el S.S. Normandie y llegó a España en enero de 1937.


Un segundo contingente también bastante nutridos embarcaría e enero de 1937 a bordo del S.S. Rooselvelt. Otro grupo menos numeroso viajaría en el D. D. Champlainde tal manera que en la tercera semana de febrero el batallón contaba con 400 hombres .


Su base de entrenamiento se hallaba en Villanueva de la Jara, en Albacete. Muchos pertenecían al partido comunista o eran simpatizantes del ideario marxista pero la gran mayoría eran profesionales, estudiantes, y trabajadores de todo tipo y condición y en sus filas hallamos judíos, afroamericanos, cubanos y puertorriqueños. Había también muchos canadienses que poco después formarían su propio batallón. Asimismo, encontramos bastantes norteamericanos de ascendencia irlandesa que aún mantenían la doble nacionalidad.


Como dato anecdótico cabe destacar también que otros muchos irlandeses figuraron en este batallón tras haber abandonado la compañía británica al sentirse deshonrados porque el Daily Worker había olvidado mencionar las bajas irlandesas de dicha compañía en la batalla de Lopera.


Además, hay soldados americanos en una pequeña unidad anti-tanques llamada John Brown, en destacamentos de transporte y en los servicios médicos.


La ayuda para servicios sanitarios enviada desde Estados Unidos fue también impresionante. Además de médicos, enfermeras y técnicos varios en servicios sanitarios se hicieron llegar decenas de ambulancias.


El 8 de enero de 1937 el Congreso, por vía de urgencia, aprobaría la “Neutrality Act” que impedía enviar ayuda a España y poco tiempo después, el 4 de marzo, figuraría en los pasaportes la prohibición expresa de viajar a nuestro país. De ahí que la mayor parte llegara previo paso ilegal por los Pirineos.


De hecho, el gobierno francés detuvo gran número de norteamericanos que intentaban cruzar la frontera bajo el cargo de violar las leyes francesas de neutralidad y con penas de entre veinte y cuarenta días de cárcel.


Pese a todas estas trabas, el cónsul americano en Barcelona comunicó que durante ese mismo mes de enero habían pasado por la ciudad camino de Albacete unos 76 voluntarios (cifra muy inferior a la real) para alistarse al ejército leal. Ante este desafío, el Departamento de Estado volvió a insistir en la ilegalidad de este viaje y aleccionó a sus diplomáticos sobre la pérdida de derechos fundamentales de los trasgresores frente al gobierno norteamericano, indicándoles que no prestaran ayuda ni consejo a “norteamericanos sirviendo ilegalmente en las fuerzas armadas de cualquiera de los contendientes”.


La escrupulosa postura oficial de neutralidad en los asuntos internos españoles era clara y el aislamiento en cualquiera de los dos ejércitos iba en contra de la política del gobierno de aquel país.


Dada esta prohibición expresa de viajar a España para participar en la guerra, la incorporación al batallón solía venir precedida de una verdadera odisea. Son muchos los brigadistas que en su primera carta a casa cuentan las penalidades del viaje. Primero en su propio país hasta llegar a Nueva York, luego su desembarco en Francia, después la aventura de cruzar los Pirineos por senderos escarpados, a veces con guías poco experimentados. Ya en España, aún quedaba un largo trayecto lleno de penurias y sorpresas hasta llegar a Albacete, y una vez allí la impresión inicial era la de haber llegado al infierno.


La misma impresión, aunque por otras razones, es la que narra Spender a Virginia Wolf cuando dice “Albacete es la ciudad más fea y aburrida de España, llena de gente (los brigadistas) que no tienen nada que hacer, muchos de los cuales resultan inútiles para el frente, pero que no pueden ser enviados a casa porque el hacerlo sería malo para la moral” .


Liolnel Edwards recuerda con gran dramatismo su historia personal. Aunque él y otros varios eran canadienses, su grupo se unió al de otros americanos que desembarcaron en el Havre donde fueron acosados tanto por el cónsul británico como por el norteamericano, que les advirtieron de que la frontera estaba cerrada y les ofrecieron, como un favor especial, pagarles el billete de vuelta a casa.



En cambio los funcionarios de la inmigración francesa fueron mucho más comprensivos y cuando los voluntarios comentaban que iban a Paris a estudiar arte, se limitaban a sonreír y dejarles pasar. También relata su gran sorpresa cuando en Ales, el jefe de la policía, miembro del partido comunista, les recibió con una breve arenga política y les pidió que acudieran a él si tenían algún problema. Su paso por los pirineos fue de extrema dificultad.




Al cansancio, al frio y a la desorientación había que añadir las horas excesivas del trayecto; la expedición salió a las 6 de la tarde y no llego a la cima hasta las 4 de la madrugada. Del relato de Tom McDonald se desprende el mismo tono épico en el que se convertiría la marcha de 15 horas que supuso cruzar los Pirineos a través de lo que él calificaba como “un mar de nubes”.


Una vez en España casi todos los voluntarios norteamericanos, al margen de su origen o grupo étnico, se integraron en el batallón Lincoln. En realidad era un grupo con características propias, algo diferente al resto. Respondían a un perfil peculiar que venía marcado tanto por su edad como por su origen. Tres de los más jóvenes tenían 18 años pero los de más edad podrían llegar a los 59-60. La media de edad era de 23 años por lo que podríamos definirlo como un grupo de jóvenes.


Había un número considerable de origen europeo de primera generación, es decir sus padres habían nacido en Europa, pero también los había que habían nacido en el viejo continente.


Otro porcentaje importante estaba formado por hijos de padres que habían llegado a EEUU huyendo de la persecución de la Rusia zarista. Muy pocos tenían experiencia militar, solo unos pocos habían servido en la primera guerra mundial, pero muchos de ellos habían forjado un espíritu combativo en las manifestaciones callejeras en sus ciudades de origen. No podemos olvidar que los años inmediatamente anteriores a la guerra coinciden con los de la Gran Depresión que había dejado el país con un verdadero ejército de desempleados.


A principios de la década de los treinta ya en EEUU según Carroll más de 10 millones de parados incluso hay quien eleva aún más la cifra, y en las grandes ciudades norteamericanas con más tradición reivindicativa se producían continuas manifestaciones exigiendo trabajo, mejores condiciones laborales o en contra de la represión policial.


En cualquier caso, el trasfondo social del que provenían era muy heterogéneo. Había jóvenes provenientes de barrios obreros, profesores, deportistas, mineros, marineros, inmigrantes, judíos, afroamericanos, etc.… A pesar de esa heterogeneidad, el espíritu de lucha y de unión como grupo era un hecho incuestionable.


La guerra civil en nuestro país se presento ante los trabajadores de EEUU como un conflicto entre los asalariados y los mercenarios fascistas del capital internacional. Hubo también otros grupos sindicados que contribuyeron a engrosar las filas del batallón americano como el de la pequeña industria de la piel de Nueva York que envió a unos 50. Asimismo, se ha difundido la idea de que un gran porcentaje eran estudiantes pero no parece ser el caso.


Por otra parte, la presencia de afroamericanos fue también motivo de comentarios diversos. Curiosamente, según muchos testimonios, además de combatir el fascismo, la guerra civil española les daba la oportunidad de luchar contra los italianos que habían invadido Etiopía.


Aunque las cifras varias, se estima que el numero de afroamericanos combatiendo en las filas del Batallón Lincoln fue de unos 100.


Si para los judíos resulta evidente entender las motivaciones que tenían para luchar contra las fuerzas rebeldes al estar apoyadas por Alemania e Italia, en el caso de los afroamericanos, muy radicalizados, la rebelión franquista no era más que una prolongación de la agresión de Mussolini en Etiopia y una continuación de la lucha contra las leyes segregacionistas y racistas existente en EEUU.


Muchos de ellos consideraban a Franco, Hitler y Mussolini como los representantes de sus opresores en casa.




Como dato significativo y tras comparar los resultados de varias fuentes creemos que del total de afroamericanos en el batallón Lincoln el 70% tenían afiliación al partido comunista.


Otro rasgo definitorio del grupo americano era la carencia de cultura política que se traducía con frecuencia en una evidente falta de disciplina militar. Probablemente dentro de este grupo la falta de disciplina a la que aludimos anteriormente sea un rasgo más acentuado. Su juventud, la escasa instrucción militar y sobre todo su innata aversión ante cualquier forma de autoridad, levo al batallón a ser uno de los grupos más indisciplinados del grueso de internacionales.


El batallón Lincoln constaba de tres compañías que se correspondían con la sección cubano-puertorriqueña, la sección irlandesa y la sección americana. Aunque hubo muchos norteamericanos que participaron antes en frentes distintos, su historia como tal batallón integrado en la Brigada XV empezó en febrero del 1937 en la batalla del Jarama. En Julio de ese mismo año tomaron parte muy activa en la ofensiva a Brunete y más tarde se convirtieron en protagonistas destacados en Belchite y en las varias ofensivas de la Batalla del Ebro. Tras las múltiples bajas en los frentes de Madrid (Brunete y Jarama principalmente) llegan nuevos voluntarios desde EEUU. De nuevo el viaje agotador hasta Albacete donde van a tener unas pocas semanas de entrenamiento. Y de nuevo volvemos a encontrar muchas críticas que coinciden en que el tiempo de entrenamiento era corto y el aprendizaje muy pobre.


Peter Frye nos cuenta su experiencia personal en los términos siguientes:


Llegamos a Albacete y luego fuimos transportados a Tarazona. Allí estaba la base de entrenamiento de los batallones norteamericanos. Cuando nos presentamos, ya habían comenzado la batalla de Brunete y Jarama. El batallón Lincoln había sido diezmado, había dejado de existir prácticamente. Nosotros éramos los nuevos reclutas y teníamos que sustituir a los caídos. Hice mis ejercicios, disparé mis cinco balas y me enviaron al frente.



 La llegada en febrero de 1937 de esos nuevos voluntarios a los que se refiere Frye, permitió no solo la reposición de bajas de este diezmado batallón Lincoln sino también la creación de otros dos batallones, uno con mayoría de voluntarios canadienses.


Los integrantes del primer contingente, liderado por el croata-americano, Mirko Markovicz, decidieron por votación que se llamarían “Tom Mooney”, en homenaje al líder sindical encarcelado en California, y que ya había dado su nombre a una compañía de ametralladoras, pero los dirigentes del partido comunista en Nueva York no estuvieron de acuerdo por considerar el nombre demasiado controvertido. Otro dirigente del partido Robert Minor, propuesto Jefferson o Washington, y los voluntarios votaron a favor del segundo.


Así pues, en marzo de 1937, terminaría denominándose George Washington con Mirko Markovicz como su “comander” y Dave Mates, un comunista de Chicago, como su comisario político. Tras la batalla de Brunete en Julio de 1937 los supervivientes de Lincoln y del Washington, fueron reorganizados en una sola unidad bajo el mando de Mirko Markovicz, y pasó a llamarse oficialmente Lincold-Washington que pronto quedó como Batallón Lincoln. A finales de junio 1937, tras el continuo flujo de voluntarios, se crea un tercer batallón, que se denominará como Mackenzie-Papineau.


Los voluntarios americanos entraron en acción en todas las grandes batallas de la guerra. Estuvieron presentes en el frente de Aragón, en las batallas de Quinto, Belchite y Fuentes del Ebro, entre enero y febrero de 1938 sirvieron en Teruel, en marzo de ese año fueron también testigos de la retirada masiva del ejercito republicano y desde julio hasta septiembre de 1938 participaron en la ofensiva del Ebro, concretamente en Sierra Pandols. Permanecieron en España desde su creación en febrero del 37 hasta la disolución de las Brigadas Internacionales en octubre del 38. Pero serían en febrero del 39 cuando los últimos americanos abandonan España, aunque muchos prisioneros abandonaron España en agosto del 39. En opinión de la mayoría su experiencia había sido única y su misión transcendental; regresaban con la satisfacción del deber cumplido pero con la amarga sensación de la derrota. Desgraciadamente muchos no regresaron jamás.


Los muertos se quedaron para siempre en España pero los que regresaron no iban a recibir una bienvenida de héroes. Unos llegaban con serias discapacidades físicas, otros con profundas secuelas psíquicas, la mayoría con el corazón partido y todos sentían el abandono de las instituciones de su país. Solo sus amigos y familiares habían entendido y defendían lo que habían hecho. Ante la injusticia manifiesta y la sensación de maltrato por parte de su gobierno, los veteranos superviviente se asociaron en “The Veterans of the Abraham Lincold Brigade”. La VALB figuraría durante años en la lista de agrupaciones subversivas del Ministerio de Justicia Norteamericano. En su quinta convención nacional, celebrada en Nueva York en 1946, Milton Wolf, “National Commander”, que había sido el último en liderar el batallón, leyó un comunicado en el que se resumían los objetivos de la organización. Su propósito esencial se reducía a tres puntos muy concretos. Por una parte, mantener vivos los ideales políticos, sociales y de camaradería que habían inspirado a los miembros del batallón, estrechando los lazos no solo de sus componentes, sino también con todas aquellas organizaciones de voluntarios de otros países y con todos aquellos grupos dispuestos a trabajar por la paz, la democracia y las libertades civiles.



Por otra parte, facilitar y buscar fondos para la rehabilitación médica y laboral de los veteranos que ya se encontraban en Estados Unidos. Y por último, promover la liberación de todos los presos americanos, españoles y de otros países, todavía en las prisiones de la España de Franco.


Enlaces:

http://www.alba-valb.org/




Fuente:  Los Brigadistas y la Guerra civil española (Editorial Ambos Mundos)